Por Delia Susana Pedrosa de Álvarez
En Estados Unidos a partir de 1987 se tomó conciencia social sobre el tema del Impedimento y la Obstrucción del vínculo padre no conviviente-hijo. El autor más importante en esta temática es Richard Gardner, un psiquiatra que fuera titular de la Cátedra de psiquiatría Infantil de la Universidad de Columbia y que escribió más de 240 obras entre artículos y libros. Él sabía por su experiencia clínica que los hijos luego del divorcio continúan amando de igual manera a sus padres a pesar de la separación y del paso de los años. Pero, que en los casos de Divorcio Destructivo, el padre que ejercía la tenencia manipulaba en forma consciente o inconsciente al niño para causar el rechazo y obstruir la relación. Se preguntó entonces, porqué el síntoma del aparente rechazo surgía en los casos donde existía un impedidor. Lo analizó en sus pequeños pacientes y descubrió que en todos los casos los niños eran objeto de persuasión coercitiva o “lavado de cerebro”.
Contemporáneamente y sin conocer los autores los trabajos de los otros, surgen otros tres Síndromes afines.
En Michigan, psicólogos que no conocían el trabajo de Gardner, publicaron trabajos sobre un Síndrome en el que el niño repetía todo lo que decía el padre impedidor sobre el otro, adoptaba su terminología, se refería a situaciones que decía recordar pero que no habían sucedido y que de haber sido reales no podría recordar por su edad. Este Síndrome explicaba algunos casos de denuncias falsas de Abuso sexual y los autores eran Blush y Ross.(1980). Lo llamaron SAID Syndrome.
Otros autores que trabajan en el ámbito forense, llegaron a establecer tipologías o perfiles de personalidad para el padre que acusa falsamente y destacaron el vínculo patológico entre el Niño y el padre que ejerce la tenencia.
Jacobs en Nueva York y Wallerstein en California informaron casos de lo que ellos llamaron el Síndrome de Medea (La mitología griega relata que la sacerdotisa Medea tras ser abandonada por Jasón por otra mujer, acabó con la vida de sus hijos en venganza. Para mayor claridad, la conducta asociada a este Síndrome, consiste en que una mujer resentida con su esposo o conviviente puede llegar a sentir tanto odio que puede concebir la idea de matar a sus hijos –para vengarse de la persona a la que amó-, y que así, sufra tanto como ella).
Por su parte, Clawar y Rivlin realizaron un estudio poblacional en niños impedidos del contacto con uno de los progenitores y explicaron lo que ellos llaman Programación Parental en el Divorcio o “lavado de cerebro” y su influencia en los litigios. Luego de más de 12 años de investigación, publicaron en 1991 un libro llamado "Niños rehenes". Los autores encontraron que la programación parental era una forma de abuso psicológico que era practicada en mayor o en menor medida por el 80 % de los padres divorciados. Que el 20% de los niños era expuesto a esa forma de relación abusiva de escuchar mentiras y supuestos defectos del padre no conviviente por lo menos una vez al día. En muchos casos cuando el niño no era complaciente, era castigado físicamente o por medios más sutiles como el retiro de privilegios o del amor y de las atenciones por parte del padre obstructor.
A partir del Concepto de Gardner de Síndrome de Alejamiento Parental empieza a surgir una profusión de trabajos sobre el tema: características de los padres que acusan falsamente, la función de la falsa denuncia, cultos que ayudan a los padres impedidores a alejarlos del otro padre y Abuso emocional y psicológico grave de los niños en los casos más severos de Impedimento, incluyendo el Síndrome de Munchausen por Poder y los Trastornos Facticios por Poderes.
Otros estudiosos se ocuparon del secuestro del hijo por uno de los progenitores determinando que su causa era la relación abusiva del impedidor que le impedía discriminar sus necesidades de las del menor.
La profesional, Mary Lund examinó las reacciones fóbicas de rechazo al padre impedido y expresó que la rápida intervención del Juez en las primeras etapas de Impedimento puede ayudar a prevenir este tipo de respuestas en los menores, las que afloran después de un contacto discontinuado y por largos períodos (sea a causa de procedimientos legales o por acción del impedidor). Un factor para nosotros importante, y destacado por Lund, es que el SAP puede desarrollarse en el niño como respuesta al stress que le generan los conflictos de los padres, tanto al inicio del divorcio o al final. Otro, que si el hijo es puesto en medio del conflicto por los padres, reacciona escapando y rechazando la relación con uno de los dos. Destaca la autora que a veces los terapeutas aumentan esta polarización en el niño y entonces, es necesaria una orden judicial que interrumpa el tratamiento.
Como podemos apreciar, las aristas y consecuencias de un Divorcio Destructivo, siempre presentan como gran perdedor -al o los hijos-. El egoísmo y el rencor que llega a habitar a uno o a ambos padres puede ser tan enfermizo y perverso que, como consecuencia, puede empujar hasta el suicidio a uno de sus descendientes.
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