2010/01/21

Sentencia del Caso Rojo Hernández



Tras dos años de investigación e intenso trabajo de la policía y la Fiscalía Sur, se determinó que la culpable de la muerte del pequeño Esteban y las graves lesiones de Pablo, era su madre, Jeannette Hernández, quien a martillazos marcó el destino de su familia el 17 de enero de 2008.

Tras la lectura de la sentencia, el padre de los menores, Pablo Rojo, lleno de dolor dijo que así como falleció su hijo, también falleció su señora; por lo que quiere dar vuelta la página y continuar con su vida. Por su parte la mujer, al abandonar la sala del Tribunal Oral en lo penal de Puente Alto, reiteró a viva voz su inocencia y aseguró que la fiscalía se había equivocado.

De esta forma concluyó uno de los casos más escalofriantes de los cuales se tenga conocimiento y, también, uno de los que tejió, durante el proceso penal, teorías explicativas del proceder de Jeannette Hernández, tan raras y desconocidas como las asociadas al llamado Síndrome de Medea. Nombre que se desprende de un relato de la mitología griega que habla de una sacerdotisa llamada Medea, que, tras ser abandonada por Jasón(su pareja)por otra mujer, acabó con la vida de sus hijos en venganza.

La referencia permanente que hiciesen los entendidos al referirse al caso Rojo Hernández, fue del tenor de lo expresado por el psicólogo clínico y psicoanalista de la Universidad Central, Alex Droppelmann, quien aseguró a través de un medio de comunicación, que una mujer resentida con el marido que adquiere tal grado de odio que puede tener la idea de matar a sus hijos, pero no a la persona a la que amó, con el afán de vengarse de él y que así éste sufra tanto como ella es la conducta que justificaría los celos enfermizos que llevaron a Jeannette Hernández a dar muerte a sus hijos. Si bien este síndrome no es una enfermedad catalogada psicológicamente, para Droppelmann es una hipótesis que sirve para explicar, si este fuese el caso, que ella sufre una celopatía y que hizo un poco lo que hizo Medea pero en base a una estructura psicótica. Como ella tiene celos quiere dañar al objeto que la ha traicionado, pero como lo celos tienen que mantener el objeto vivo para que la ame desplaza el daño a lo que él más quiere, en este caso a sus hijos”.

Por su parte, el doctor en psicología y perito judicial Giorgio Agostini, señalaba que Hernández podría haber tenido una serie de motivaciones para cometer el horrendo crimen, no obstante una determinación tan trágica sólo se puede dar por una alteración del juicio de la realidad. “Los antecedentes que nosotros manejamos como peritos judiciales es que otras veces mamás desesperadas, muy desesperadas por lo económico por ejemplo, donde no ven ningún futuro, matan a sus hijos y se matan a si mismas, aquí no, aquí hay una perturbación mental donde en determinado momento debe haber tenido algún delirio, alguna idea delirante, y que la llevo a tener la necesidad de matar a los niños, puede ser que haya tenido alucinaciones. Obviamente que no en todas las personas con esquizofrenia o con esquizofrenia paranoica se da una cosa así, porque aquí hay una alteración muy importante del vínculo de una madre con sus hijos, inclusive, en los cuadros sicóticos mas severos llegar a matar a sus propios hijos no es tan fácil, de hecho en Chile este podría ser el primer o segundo caso desde el punto de vista criminológico”.

Hoy, al repasar estas opiniones y conocer las reacciones de la imputada tras el fallo, me surge una interrogante ¿puede ser que una persona que padece el síndrome de Medea, niegue la autoría de la tragedia? Y es que, según el mito, la sacerdotisa griega nunca negó lo obrado. Es más, luego, se arrepintió. En el caso de Jeannette Hernández, ni siquiera lo ha reconocido.

Si alguno de los lectores lo sabe, ojalá lo responda a traves de los comentarios de este mismo artículo, se lo agradeceré.

Pinkosopanda

2010/01/14

Detonadores de Violencia



Los celos y las adicciones
Artículo publicado en la revista LiberAddictus.
Por Fernando Bilbao Marcos

Durante mucho tiempo se ha considerado que hay una estrecha relación
entre los celos y las adicciones, en particular con el alcoholismo. Sin
embargo, en lo que se refi ere a otras drogas no existen, que yo
sepa, informes importantes. Es común que se hable de los delirios, pero no
específicamente de celos. Lo que voy a desarrollar, con brevedad, se refiere
a lo que he encontrado en el tratamiento de adictos a diversas drogas y sus
manifestaciones de celos. Pero, ¿a qué llamamos celos?

A reacciones que se generan cuando uno tiene algo, en este caso un objeto, o una mujer o un hombre, y se tiene la sensación real o imaginada de que se puede perder. Para Melanie Klein (1969) los celos están basados en la envidia y están implicados por lo menos tres sujetos, a diferencia de la envidia que se trata de “un sentimiento enojoso contra una persona que posee o goza de algo deseable, siendo el impulso envidioso el de quitárselo o dañarlo”; además, no se requiere más de una persona para sentirla. Obviamente, se pueden interpretar una y mil formas de respuestas. Se puede categorizar un sinnúmero de conductas de los celosos, a veces moderadas y a veces francamente locas, delirantes.

En principio, diremos que todos los seres humanos podríamos, en potencia desarrollar una respuesta celosa. Es probable que hayan raíces de tipo biológico, articuladas con experiencias infantiles y el contexto cultural. Los celos son una emoción básica que ha sido estudiada por diversas disciplinas. Los sociólogos, antropólogos, etólogos y, en sus aspectos psicodinámicos, los psicoanalistas, han aportado elementos muy importantes para su explicación profunda.

Los llamados celos normales son aquellos que una persona puede sentir ante la amenaza real o fantaseada de perder al objeto amado, aunque no haga alarde de su temor. Es decir, se los guarda y no verbaliza sus sentimientos; puede reprimirlos sin que tengan manifestaciones graves
subsecuentes.
En todo caso, puede tener conductas preventivas, de manera discreta, sin alarde, tales como alejar el peligro real o fantaseado, de un objeto potencialmente intrusivo, evitando su convivencia.

El celoso neurótico sí responde con verbalizaciones y actos cuando se observa que existe un objeto o un rival, que se vive como un verdadero intruso activo, es decir, aquel que se acerca
con simpatía sexualizada a la pareja, o bien, cuando ésta responde con interés hacia ese objeto intrusivo que actúa de manera pasiva. Entonces se pueden presentar reclamos, pleitos, discusiones, escenas de drama, de negación, de orgullo, de humillación, etcétera, que corresponden a un nivel de pasión y de enamoramiento, más o menos manejable y tolerable por los implicados. Esta clase de celos puede causar vergüenza y, en algunos casos, sentimientos de culpa y cierto grado de tristeza, pero también un sensación íntima de placer en la persona celada y afectar un poco la autoestima de la persona celosa.

Estos niveles de respuesta celosa pueden manejarse razonablemente con o sin ayuda terapéutica, y es más común que sean objeto de burla para los sujetos que se enteran de este comportamiento; se ridiculiza al celoso y se le trata como a un ser inferior, en ese momento o después de haber presentado la rabieta por celos. Se le tacha de inseguros y de inmaduro. Entre psicólogos o psicoanalistas inmediatamente surgen las interpretaciones: “Te estás proyectando”, “Tus celos son homosexuales”, “Estás delirando”, “Eres un paranoico”. Todos y cada uno de estos conceptos son expresados con un aire de superioridad intelectual y de descalificación para el celoso, como si sus celos no correspondieran a un nivel de madurez y, peor aún, como si sus celos fueran voluntarios.
En este nivel, es posible que se establezcan acuerdos o pactos entre las parejas al principio de sus relaciones, principalmente si se trata de jóvenes de avanzada, con cierto nivel cultural e intelectual, como antes los militantes de izquierda o los hippies, los que estudian filosofía, psicología o sociología. Estos pactos tienden a registrar los aspectos racionales con el
sometimiento del afecto cursi. Estas parejas pretenden que se pueden decir todo lo que les sucede en el terreno de los sentimientos: “Si ya no sientes nada por mí, dímelo”; “Si sientes que otro te late más, no hay problema, igualmente yo te lo diría”; “Si ya no nos entendemos, hay que decírnoslo”. Los más románticos hacen suya la frase: “Al ave hay que dejarla volar, si es
tuya regresará y si no regresa, es que nunca lo fue”
. Pero luego, cuando esto sucede, aparecen los grandes dramas. La parte fría, racional, se ve invadida de los terribles celos y el pacto sincero y maduro acaba por los suelos para la pareja abandonada, y aún, la parte abandonadora manifiesta confusión y es arrastrada por la ambivalencia afectiva, otrora disociada. Pero no se crea que sólo a los jóvenes les sucede esto. Tenemos casos en los que personas consideradas de un alto nivel intelectual han sufrido tremendos accesos de celos. El mismo caso de Sigmund Freud, cuando su entonces novia Martha, le hace referencia a un antiguo admirador de ella, Fritz Whale, Freud responde:

“Cuando recuerdo su carta a Fritz pierdo el control de mí mismo, y tengo fuerza para destruir el mundo entero, incluidos nosotros...”
Tenemos en el caso de León Tolstoi, quien a pesar de no tener interés por su esposa Sonia, empezó a celarla cuando un músico se interesó por ella.

Veamos a Voltaire, quien sostiene esta conversación con su esposa Madame de Chatelet:
—Todavía lo amo, pero ha de admitir que pasó mucho tiempo desde la última vez que pudo. No quiero matarlo, nadie está más interesado en su salud que yo. Por otra parte, también
tengo que tenerme en cuenta a mí misma. Si usted no puede ya hacer nada por mí, no es muy razonable que se enoje tanto cuando encuentre a uno de sus amigos que puede.
Voltaire, riendo, le contesta:
—Por supuesto, Madame, que usted está en su derecho. Pero debería manejar estas cosas de modo que no sucedan ante mis ojos.

Igualmente tenemos a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, cuyo pacto de libertad de parejas de dos años, era cambiado, principalmente por Sartre, según le conviniera a él.

Lou Andreas Salomé tenía en sus haberes una propuesta de pacto: tener una pareja sin sexo. (Sommers, 1988).

Hasta el momento, lo que hemos descrito se refiere a los celos neuróticos. Pero hay otro nivel de celos, éste sí verdaderamente grave. Se trata de los celos delirantes.
Los celosos de esta categoría sufren de reacciones emocionales muy fuertes. Todos son indicios irrefutables de que han sido engañados. Toda búsqueda de pruebas tiene la sola intención de comprobar que es cierto: fue engañado. La realidad debe confirmar su creencia, no permitirá que se refute ningún indicio. En el caso de que se confirme la infidelidad, entonces habrá que esperar un desenlace realmente peligroso.

En este tipo de celosos, encontramos a los grandes asesinos por infidelidad. De tal manera que, en Estados Unidos, es frecuente que se les considere más graves y peligrosos que a otras patologías mentales. En ese país y en Europa, ocupan de 2 a 5% de la población clínica de los hospitales
(Sommers, 1988). Cabe considerar también que en Estados Unidos se permite con mayor facilidad portar armas de fuego, y esa modalidad lo hace, potencialmente, más peligroso que en nuestro país. Pero cuando en realidad se trata de un delirio de infidelidad, es decir, que no existe tal engaño, entonces los celos se insertan en el delirio. En estos casos no se requiere ninguna provocación externa para desencadenar la celotipia, no se trata de decir que la pareja lo ha provocado como podría suceder en las neurosis. No, en esta situación, las razones son parte constitutiva del delirio. Todo tiene el mismo significado: la ropa, su color, son indicios de que la persona celada, estuvo con alguien. Si tiene raspados los zapatos; si no está centrado el cinturón del pantalón; si está arrugado el pantalón, si está planchado; si come, está ansioso, si no come ya no le gusta la comida, está enamorado. Su delirio tiene tal poder de convencimiento que es muy difícil discernir si lo que dicen es verdad o están inventando.

Hace unos 12 años, ya entrada la noche, me llamaron por teléfono los familiares de una paciente que recayó por tercera vez en una seria crisis de celos delirantes. La mujer había encarcelado a su marido en un sector X de la policía. Tuve que asistir a ese sector para atestiguar que se trataba de una crisis recurrente de la mujer y con ello liberar de la detención a su esposo, ya que la responsable del sector, Agente del Ministerio Público, lo había detenido por la acusación delirante de la paciente de que su marido la golpeaba porque salía con otra mujer, a la que amaba. En realidad, el maltratado era el marido detenido, y la abogada no le creyó a él, ni a las
familias de los involucrados y sí en cambio le dio todo el crédito a la señora enferma.
Finalmente, con muchas dificultades aceptó liberarlo, habiendo acreditado yo mi calidad de psicoterapeuta de la paciente. Estos son justamente el tipo de celos que suelen asociarse con el consumo de drogas, principalmente el alcohol. A esta mujer, la crisis se la desencadenó una borrachera. Empezó, ya en estado de ebriedad, haciendo comentarios abiertos y sin consideración, sobre una hermana
suya, en los que insistía, de manera obsesiva, que engañaba a su marido. Acto seguido, relató recuerdos muy intensos referidos a la violación infantil de la cual fue objeto por parte de un familiar muy cercano; de ahí relacionó su violación con el supuesto engaño y maltrato de su esposo. Finalmente, continuó hasta llegar a la acusación formal ante los agentes del sector de policía, de que ella estaba siendo objeto de maltrato por parte de su marido. Los señores representantes de la ley procedieron a detener al inocente señor injuriado. El final de la historia ya lo saben.
Otro caso es el de una persona que estaba internada en uno de los llamados Anexos de alcohólicos. Se trataba de un muchacho de 24 años de edad, que tenía ya tres meses de internamiento y le quedaba un solo día para que lo dieran de alta. Al oír que su esposa había estado embarazada (de otro, se imaginó), respondió con tal enojo, que se lío a golpes, totalmente enloquecido, con los guardias del anexo, lo que provocó que lo dejaran por tres meses más en el internamiento.

Ahora bien, hay que considerar también que los celos pueden relacionarse con serios desajustes de la personalidad. Entre ellos los principales son la depresión aguda y la paranoia. Hace algunos años un estudio de Mooney, reportaba que 66% de los celosos patológicos en una clínica psiquiátrica presentaba cuadros de depresión aguda en el transcurso del desorden
celotípico. En la mayoría de los casos se trataba de la denominada depresión reactiva, cuya manifestación clínica se caracteriza principalmente por una respuesta de tristeza agitada, dejar de comer, insomnio, arranques de irritabilidad y ataques de llanto desesperado, pérdida del interés en el trabajo y en las responsabilidades, con frecuencia desencadenan tremendos líos familiares (Sommers, 1986). Un elemento importante para el diagnóstico diferencial es que no manifiestan sentimientos de persecución, ni escuchan voces que les dicen cosas imperativas sobre cómo deben de actuar, ni tienen alucinaciones de ningún tipo. Es común asociar esta depresión reactiva como reacción ante las fallas en la capacidad sexual, impotencia, eyaculación precoz o declinación del interés sexual, disminución o fracasos en el orden profesional y laboral, envejecimiento y enfermedades de tipo orgánico. Pero también se reporta la depresión como consecuencia de la reacción celotípica. En este caso se trata de una respuesta posterior a un ataque de celos que derivó en discusiones, violencia y golpes, y que generan fuertes sentimientos depresivos, intensa culpa y pueden desarrollar ideación y hasta actos suicidas. En mi opinión, este tipo de problemas de depresión reactiva, se presenta también asociado a un fuerte consumo de alcohol. Es tal el círculo vicioso en el que se instalan, que una de las vías seudoterapéuticas que utilizan para salir de la depresión es la borrachera.

En los casos en lo que existe una perturbación de tipo sexual como las mencionadas, observamos que ante el fracaso de la satisfacción, sobrevienen sentimientos depresivos, auto reproches conscientes e inconscientes, que tienden, en un primer intento de controlarlos, a ser desvalorizados. Es decir que, después de la falla, tienden a devaluar o restarle importancia al acto, para después negarlo; sin embargo, no logran superar el sentimiento depresivo y recurren al alcohol, con el fi n de olvidar el acto y su falla concomitante, es decir, con el fi n de reprimirlo artificialmente, puesto que el mecanismo psíquico de la represión ha fallado. Pero lejos de controlar tal reacción se incrementan sus sentimientos de inseguridad, y con el alcohol, se distorsiona aún más su juicio, por lo cual se vuelven más intolerantes los celos e incurren en más desórdenes conductuales; éstos, a su vez, aumentan sus sentimientos de culpa, de los que se derivan los intentos suicidas, que no en pocas ocasiones llegan, finalmente, a la muerte. Relaciono este hecho con el consumo de alcohol porque es la droga más socorrida por los celosos, pero con seguridad existen casos donde no es sólo el alcohol el agente seudoterapéutico de la depresión reactiva.

A continuación voy a presentar una breve viñeta clínica, donde se ilustra esto que he mencionado.

Hace un tiempo, después de largos rodeos, Arturo, un joven de 25 años, consumidor de alcohol, marihuana, éxtasis (tachas) y cocaína base, se dio cuenta de cómo había llegado a las drogas gruesas: las tachas y la cocaína base. Se percató de que era eyaculador precoz. La única joven con la que tenía relaciones sexuales frecuentes era su novia, de quien se enamoró perdidamente y a la cual temía perder por su falla. Sus relaciones con otras mujeres eran del tipo la uso y luego la desecho, sin involucrarse sentimentalmente con ellas, al contrario; las humillaba descalificándolas y ridiculizando sus cuerpos, por gordas o por flacas, por morenas o por blancas, por ricas o por pobres, por tontas o por listas. Él nunca terminó la preparatoria; no trabajaba y vivía de lo que le daba su padre, de buena posición económica. Arturo se sentía guapo pero torpe en la conquista de mujeres. Siempre se comparaba con otros hombres y se sentía menos guapo que ellos. En las reuniones, organizadas por sus amigos, él era el último en conseguir una relación por su falta de verbo. De ahí que sintiera una gran aceptación y logro al tener a su novia, a la que describe como alta, hermosa y de muy buen cuerpo. Fue en el inicio de su relación con Blanca que empezó a consumir las drogas gruesas. El motivo real es que se sentía mal, deprimido y con temor, por no poder satisfacer a Blanca, al eyacular prematuramente. Ella le decía “No te preocupes”, pero Arturo interpretaba esas palabras como “No te preocupes... no puedes... pendejito”. Pero, según él pensaba, con la droga podría tener más capacidad y durabilidad. Empezó a utilizarlas con el fin de curarse. Pero lo que sucedió fue que tenía la eyaculación y Arturo no se enteraba, no sentía, no se daba cuenta que ya había eyaculado. Según él, estaba realizando el acto muy bien, sin contratiempos y sin la urgencia psicológica de controlarse, pero ahora resultaba que ni él mismo registraba un mínimo de placer. Blanca, ya más desesperada y más franca le decía “¡Ya terminaste, no manches!”, lo cual lo dejaba profundamente deprimido, y con la sensación inminente de que Blanca lo dejaría o lo compararía con otro.

Así las cosas, respondió maniacamente, y en un intento de evitar la depresión, comenzó a drogarse con más frecuencia y con mayor cantidad.

Al poco tiempo, ella se internó en una clínica y como no le informó a dónde iría, finalmente, la relación termino. Él la busco, atormentado por la sensación de no poder relacionarse con nadie más y por el temor de que le sucediera lo mismo con otra persona.

Las cosas empeoraron cuando ella inició una relación con otro hombre; esto puso furioso de celos a Arturo y se exhibía drogándose en presencia de ambos.

Él me reportaba que con las éxtasis sentía un incremento de su deseo sexual, a tal punto que incluso no discriminaba si se metía con hombres o con mujeres. Pero tampoco mejoró su problema de eyaculación. Obviamente, aquí se presentan también los sentimientos subyacentes de tipo homosexual, que tampoco pudo manejar con la droga.

En un episodio de depresión y soledad tuvo relaciones con un homosexual que le aportaba la droga, cocaína inhalada. Este acto incrementó sus sentimientos depresivos, pero tal como él actuaba, en forma maníaca, trataba de manejarlos consumiendo más droga y con mayor variedad de las mismas, hasta que cayó en un estado de intoxicación y de descontrol mental que requirió hospitalización psiquiátrica, lugar donde lo atendí.

Algunas consideraciones diagnósticas y psicodinámicas de los celos y el consumo de alcohol

Hemos mencionado que una de las patologías más comúnmente asociadas a los celos patológicos era la paranoia. En la actualidad el diagnóstico de celos delirantes se inscribe en el DSM IV como un subtipo de Trastorno Delirante y le llaman tipo celotípico, cuya idea central de delirio es que el cónyuge o el amante es infiel. El celoso no tiene motivos para pensar así, sus bases son de tipo inferencial; sus pruebas, por ejemplo, la ropa desarreglada, los zapatos sucios, los olores raros, etcétera, son utilizadas para comprobar los actos infieles y así justificar las ideas y motivos de la desconfianza hacia la pareja. El celoso trata de limitar los movimientos y la libertad de la
pareja, la sigue y trata de encontrarla con el supuesto amante. En cuanto a su curso, suele ser de mejor pronóstico que el trastorno delirante de tipo persecutorio.

También es interesante manejar el concepto de Mairet, monomanía, cuya categoría diagnóstica designa celos delirantes puros, sin que exista otro trastorno de la personalidad ni de la conducta. Se trata de un delirio único y fijo. Ejemplos de este tipo de trastornos hay muchos, algunos
verdaderamente dramáticos, aun cuando pueden provocar risa a quienes estamos ajenos a ellos, como los casos de quienes observan a su esposa mientras duerme y la despiertan porque, según ellos, ella está teniendo sueños eróticos, y tocan su ropa para descubrir su humedad. O el caso del psiquiatra suizo Bleuler, quien explicaba que el cuerpo de su mujer estaba caliente porque su amante la excitaba desde abajo de la cama.

Finalmente, voy a referirme a algunos elementos que están en discusión sobre si existe una relación directa de los celos y el consumo de alcohol.

Yo pienso, no por la teoría, sino por diversos casos clínicos, que hay algunos puntos de relación entre estos dos fenómenos. Sin meterme a la psicodinamia de los celos y las adicciones, pienso que la vinculación de homosexualidad y la paranoia es factible articularla con el consumo de drogas. Sigmund Freud y Sandor Ferenczi señalaron que cuando se consume alcohol en exceso es posible que la tendencia homosexual sublimada se desligue de la amistad y aparezca directamente expresada en la vinculación con los sujetos del mismo sexo, lo cual genera sentimientos persecutorios y delirantes. Ante estos sentimientos, el sujeto hace un intento de controlarlos, consumiendo más alcohol, o bien, más droga. Al intoxicarse en un mayor grado, las capacidades del juicio y el control de impulsos disminuyen tanto física como psicológicamente, por lo cual sobrevienen las actuaciones de tipo homosexual.

Siguiendo la teoría psicoanalítica freudiana, entendemos que los celos se corresponden por dos vías: la proyección de los propios impulsos homosexuales y la proyección de los propios deseos de engaño. Normalmente los adictos no pueden elaborar estos impulsos y ayudados por la relajación y disminución de la fortaleza yoica, sobrevienen las actuaciones de dichos impulsos. Pero también reaparecen los fuertes sentimientos depresivos, ocasionados por los celos y sus frustradas actuaciones sexuales y de ahí resurge la necesidad de drogarse. De esta manera observamos cómo un circulo vicioso se instala entre los siguientes fenómenos: homosexualidad - paranoia- celos- adicción. Esto explica de alguna manera lo que ocurrió con Arturo.

Bibliografía
Freud, S. (1921), Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la
paranoia y la homosexualidad, Madrid, O.C. Biblioteca Nueva.
Klein, M. (1969), Envidia y gratitud, Argentina, Horme.
Sommers P.V. (1988), Los celos, México, Paidós.


Nota del Blog “Entre Osos”

Fernando Bilbao Marcos, autor de este artículo, es Director, Profesor e investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Pinkosopanda

2010/01/04

Presidente de la Corte Suprema responde a críticas de Sebastián Piñera


Urbano Marín, se refirió a las críticas hechas por el candidato Sebastián Piñera a la justicia.


Esta tarde el presidente de la Corte Suprema, Urbano Marín, dijo que “son críticas pensando que los problemas judiciales son solo judiciales, en realidad la parte judicial es un síntoma de un problema mucho más serio que es el problema social, el delito no se soluciona solo con medidas correctivas, hay que prevenir hay que rehabilitar y hay que reinsertar. Yo creo que en ese caso había una condena a los delitos que cometió el autor y lo que ocurrió aparentemente fue justamente que no hubo vigilancia del cumplimiento de las medidas”, manifestó Marín.


Consultado si le molestan las críticas de Piñera, dijo que “es un problema de informarse bien, tener bien el conocimiento de los hechos y después emitir opiniones”.

Piñera fustigó la labor de la Justicia


Sebastián Piñera, fustigó la labor de la Justicia al referirse este lunes al caso del crimen de Gladys Videla (57), consignado como el primer “femicidio” de 2010.

Al término de una entrevista con el matinal “Buenos Días a Todos” de TVN, el empresario, sin mediar pregunta, se extendió para referirse al caso registrado este domingo en Valparaíso.

“Una sola cosa: hoy día se cometió el primer femicidio, una mujer fue apuñalada… desgraciadamente la persona que la mató había estado preso por violencia intrafamiliar y lo habían dejado en libertad”, dijo en alusión al conviviente Víctor Valdés (53).

“Yo le quisiera decir al juez que lo dejó en libertad que la próxima vez lo piense más”, agregó considerando que el imputado había salido de prisión luego de cumplir una condena por violencia intrafamiliar tras agredir a su pareja.

El abanderado de la derecha insistió en que “a lo mejor esa mujer que hoy día tiene 11 puñaladas en el cuerpo podría estar viva con sus hijos” si el sujeto no hubiese estado libre “y si protegiéramos mejor a nuestras mujeres y a nuestro niños que hoy día están muy desprotegidos”.

Por otra parte, carabineros manifesto que Valdés, que será formalizado este martes.

Hombre asesina a su pareja en Valparaíso


Como Víctor Hugo Valdés Salgado, fue identificado el sujeto que apuñaló esta madrugada a Gladys Videla Jara, de 57 años.


El homicida, de 53 años, que poseía antecedentes por violencia intrafamiliar, atacó a su mujer con un elemento cortopunzante, en 11 ocasiones. Las graves heridas en el tórax, el cuello y la cara; fueron las detonantes, a los pocos minutos, de su muerte. El comisario Víctor Arriagada, jefe de la BH de la PDI de Valparaíso, afirmó que “hay celos, no sabemos si justificados o no, lo estamos investigando, pero los antecedentes que manejamos es violencia extrema de este señor, la cual está reiterada a lo largo de sus diez años de convivencia y lamentablemente finalizó quitándole la vida”, luego de constantes discusiones.

Por otra parte, Arriagada precisó que el homicida había salido recientemente de prisión, puesto que “estaba cumpliendo condena por violencia intrafamiliar donde ya había agredido anteriormente a su pareja”. Por lo mismo, “había sido detenido por personal de Carabineros ya que habían medidas cautelares tras el primer procedimiento, y las infringió”, argumentó el comisario.