Desilusión:
Es la primera fase en la
cual la pareja, o algún miembro de la misma, siente un descontento hacia el
otro. Comienzan pequeños conflictos que no terminan por resolverse y ello lleva
a que exista una mayor distancia entre ellos. Se empieza a fantasear con la
idea de un posible divorcio, valorando los pros y los contras de tal opción, y
continúa con una cierta inestabilidad que se manifiesta en emociones tales como
ansiedad, dudas, miedos, enfados, tristezas, etc.
Etapa
de shock: Es aquella en que
alguno de los miembros ya ha tomado la determinación de separarse y el otro, a
pesar de tener una relación complicada, no esperaba esta decisión. Por este
motivo, puede ocurrir que el miembro que recibe la noticia no sea capaz de
creer lo que está sucediendo y solicite otras medidas como acudir a terapia de
pareja o solicitar ayuda a familiares o amigos. Dependiendo de lo que suceda en
este momento, la persona poco a poco dejará de negar la situación e irá
aceptando la posibilidad de separación o divorcio.
Decisión
tomada: Comienza una
evidente distancia emocional y física de los miembros de la pareja. Sentimientos
como el enfado, la tristeza o la culpa invaden la relación. Es un periodo de
angustia y de gran inestabilidad. Además, es el momento donde se debe hacer
pública la decisión.
Esta fase se
torna aún más complicada por los trámites propios del divorcio. Desde si la
separación será de mutuo acuerdo o no, pasando por el reparto de los bienes, el
régimen de visitas, la manutención y hasta lo beneficioso o perjudicial que
puede resultar el juicio para nuestras aspiraciones; serán preocupaciones que pueden
resultar –incluso-, altamente estresantes.La relación se acaba, los sueños proyectados desaparecen, los buenos momentos pierden significado y todo ello puede llevarnos a sentir rabia por lo que está sucediendo, así como –también-, una gran tristeza e incluso depresión por no haber sabido evitarlo. En otros casos incluso se puede llegar a sentir alegría porque los malos momentos, las críticas, los insultos, etc. desaparecerán de nuestras vidas.
Aumento
de la aceptación de lo sucedido: La
persona comienza a aceptar que la relación no era del todo sana, que existían
problemas, comienza a reajustar su vida consiguiendo de nuevo ejercer control
sobre la misma y empieza poco a poco a crear un nuevo yo. Con nuevos planes y
proyectos, ya sea en sola o con una nueva pareja.
A pesar de que
las emociones aún no sean positivas y sigamos encontrándonos tristes, todo
empieza a adquirir una nueva perspectiva y las emociones de rabia, odio o culpa
comienzan a modificarse por explicaciones más acordes a la realidad.
Nueva
vida: En esta etapa nuestro
pasado ha dejado de ser el protagonista, nuestra ex pareja toma un lugar
secundario, ya no los desestabiliza emocionalmente y hemos aceptado lo ocurrido;
como parte de la vida.
Se considera que
una ruptura, por separación o divorcio, ha sido superada cuando la persona ya
sufre por su finalización y, además; es capaz de visualizar los aspectos
positivos y negativos que tuvo la concluida relación.