2008/12/02

Entrevista: Leonor Cantera, autora del Libro "Te pego porque te quiero. La violencia en la pareja"


Directora del Master que imparte la Universidad Autonoma de Barcelona, en el estudio e intervención sobre violencia en la pareja y la familia, Profesora del Departamento de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UAB y Coordinadora del Consejo Científico de la revista “ICEV. Revista de Estudios de la Violencia”.
Por Joan Merino
Presidente del Instituto Catalá de Estudios de la Violencia
En su libro "Te pego porque te quiero. La violencia en la pareja", ud. afirma que los hombres no son agresores por naturaleza. ¿Cómo se aprende la violencia?
La violencia se aprende en el día a día. Vivimos en un mundo social que suele utilizar la violencia como forma de “prevenir” o de “arreglar” las diferencias, los conflictos y las crisis. Raramente se busca respuestas ante la violencia que no conlleven más violencia. Buena parte de la ideología y de la moral dominantes justifican y legitiman el aprendizaje y la reproducción de la violencia como “solución” de los más diversos problemas sociales o individuales.
¿Cuál es el enfoque docente del master Universitario para el estudio de la Violencia Doméstica, que usted dirije?

Es un enfoque interdisciplinario y multiprofesional de la violencia en la pareja y la familia con perspectiva de género.
¿Y cuál es el perfil del alumnado?
El alumnado es heterogéneo en cuanto a su procedencia disciplinaria y en cuanto a su grado de experiencia en el trabajo directo en el campo de la violencia en la familia y en la pareja. Mayoritariamente está compuesto por mujeres, pero cada curso cuenta con la presencia de algún hombre.

Violencia doméstica, violencia familiar, violencia sexual ¿en qué se diferencian?

La violencia doméstica suele referirse fundamentalmente a la violencia de género, esto es, la que recibe una mujer, por el hecho de serlo, de parte de un hombre con quien comparte o ha compartido una relación de pareja.
La violencia familiar es la que tiene lugar en este ámbito y puede darse en diversas direcciones (de padre a hijos o viceversa, entre hermanos, etc.) y de diversas formas. Por ejemplo, la violencia hacia menores o personas ancianas, puede darse activamente en forma de golpes o
empujones o pasivamente en forma de abandono o de trato negligente.
La violencia sexual es la imposición coercitiva de relaciones sexuales (coitales o no) que puede
incluir manifestaciones tan diversas como la transmisión de enfermedades, el recurso
a la fuerza, a prácticas no deseadas o dolorosas, etc. En la base de todas estas formas de violencia se encuentra siempre imposición, abuso de autoridad, dominio y control de una de las partes sobre la otra. Y las diferencias entre ellas radican principalmente en el tipo de maltrato desarrollado y en la justificación invocada.
Yakin Ertürk, relatora de la ONU sobre la violencia contra la mujer, manifiesta que la violencia contra la mujer es un fenómeno Universal que no conoce cultura, religión, ni clase social, ni país. ¿Qué piensa usted?
Lo mismo. Me hago eco de sus palabras porque es una realidad que se confirma día a día a través de estudios, noticiarios, intervenciones asistenciales, experiencias sociales, personales o laborales.
En la violencia, ¿cuanto hay de hecho cultural y cuanto de social? ¿Cómo separar lo cultural de lo social y viceversa?
Como señala Galtung, para que exista una violencia directa-visible es necesaria una base cultural y estructural que la sostenga. Cada cultura a través de la transmisión de ideas, creencias, valores y normas morales (especialmente los que remiten a la desigualdad y a la discriminación), suele proporcionar elementos de justificación de la sumisión y sujetación de una persona por otra. Con ello, contribuye al fomento y arraigo de la violencia justificada, la normalizada y la legitimada.
¿Le parece que la violencia doméstica ni se crea ni se destruye, sino que se transforma?
La violencia doméstica es creada y reproducida por factores socioculturales y se alimenta y desarrolla en el caldo de cultivo de prejuicios como el sexismo, la homofobia o el heterocentrismo. Esta violencia, por ahora, no se destruye, sino que destruye. Y ciertamente se transforma tomando tantas formas y matices como seres humanos y contextos sociales existen. Pero también pienso que, aunque quede mucho por hacer, el trabajo diario de tantas personas comprometidas con los derechos humanos y con una vida en paz y en igualdad dará sus fruto. De lo contrario, cambiaría de trabajo.
¿Qué piensa de los hijos de las mujeres que sufren a diario el maltrato físico de sus parejas?
Los hijos e hijas de quienes viven violencia son víctimas directas de la misma.
¿Y si el maltrato es psicológico?
Pueden aprender a descalificar a otra persona para hacer valer su voz. A ridiculizar, a humillar, a ofender y a machacar sutilmente a otra persona, a veces con el pretexto del amor. Y pueden tener más difícil de experimentar el respeto, el reconocimiento, la valoración y la admiración de otras personas, con las que actuar en un plano de igualdad, porque habrán aprendido que hay que tratarlas como inferiores.
En el año 2004, usted dijo en una entrevista que la Ley Integral contra la violencia de género era un gran avance. ¿Sigue pensando lo mismo?

Sí. El espíritu de la ley sigue siendo el de proteger y garantizar el bienestar de quienes
son víctimas de maltrato. La lectura, interpretación o mal uso que se haga de ella, es
otra cosa. La ley debe ser siempre el último recurso para dar solución a un problema, no el
primero.
Por último, ¿que espera lograr con esta publicación?
Creo y espero que será un punto de referencia y una aportación de la comunidad científica y profesional que invitará al análisis y a la reflexión sobre los problemas relacionados con la violencia de que venimos hablando y que ello dará sus frutos.

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