Estudio de la Universidad de California, Estados Unidos, echa por tierra el síndrome del nido vacío y señala que la pareja puede ver recuperada la calidad de su relación.
La investigación, publicada en la revista Psychological Science, realizó un seguimiento a 123 mujeres norteamericanas que nacieron en la década de 1930. El seguimiento, que duró 18 años, incluyó cuestionarios en tres etapas de su vida que aludían a la satisfacción que sentían con su matrimonio: a la edad 43 años, cuando había niños en el hogar; a los 52, cuando los niños estaban empezando a salir de casa, y a los 61, cuando prácticamente todas las mujeres tenían los nidos vacíos. En general, el estudio encontró que las participantes mejoraban la calidad del tiempo que pasaban con sus cónyuges cuando los hijos se habían ido de casa.
"El mensaje que da este resultado es decirles a las parejas que tienen hijos, que aguanten ahí, porque pueden venir tiempos mucho mejores", señala la sicóloga de la U. de California Sara Gorchoff, en el estudio.
"Uno de los aspectos que se resiente con la llegada de los hijos es la vida de pareja. Se estimula y se refuerza la vida familiar, pero muchas veces en perjuicio de la relación de pareja", comenta Marta Soto, sicóloga y docente de la Uniacc. Por eso, sigue, la partida de los hijos podría permitir un reencuentro, que se da fundamentalmente porque hay más tiempo para dedicarle a la pareja.
Como explica la sicóloga, hay estrategias que se recuperan: "Suele pasar que la pareja, mientras están los hijos, tienen una relación de hermandad. Y luego se da que hay que recuperar los espacios perdidos, sobre todo, volver a conocerse, porque uno a esas alturas ha cambiado mucho".
Como explica la sicóloga, hay estrategias que se recuperan: "Suele pasar que la pareja, mientras están los hijos, tienen una relación de hermandad. Y luego se da que hay que recuperar los espacios perdidos, sobre todo, volver a conocerse, porque uno a esas alturas ha cambiado mucho".
Lo que sucede en la pareja es que los hechos comunes u ordinarios se vuelven extraordinarios. Una cena, por ejemplo, que antes era compartida, hoy es sólo de dos y esa intimidad nueva obliga de algún modo a tener que relacionarse de manera distinta.
Como explica la sicóloga Fernanda González, del Instituto Chileno de Terapia Familiar, "en esta etapa las tareas están centradas en la pareja y en las necesidades de cada uno, ya no como padres. Cuando los hijos ya no están, la relación se basa más en la conexión espiritual entre ellos, un proceso de conocerse nuevamente y disfrutar lo que les gusta".
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