Qué se dice y cómo se dice son la preguntas que aborda el libro "Cómo hablar con nuestros hijos" (Concepto) que Petra Moldes y Adolfo J. Cangas, escribieron para orientar a los padres para desarrollar capacidades comunicativas.
Lo primero que enseñan es que desde la primera infancia el tono, la voz, la postura corporal y los gestos que conforman el lenguaje corporal son tan importantes como lo que se dice.
"Es el tono, nuestra forma de alzarlo, de mecerlo, el que indica cómo ha de comportarse y no las palabras concretas de cálmate o no llores", aseguran.
Cuando e niño crece, afirman, lo aprendido a través del lenguaje no verbal de sus padres, les servirá de guía para advertir con qué humor llega del trabajo mamá al revisar su forma de cerrar la puerta, caminar y sonreír antes de que salude.
Señalan que a medida que los hijos crecen, aparecerán nuevas situaciones y cambios donde cada uno de los miembros de la familia deberá ejercitar su capacidad de adaptación sin desatender la comunicación. La idea es que los vínculos vayan creciendo y se mantenga un equilibrio psicológico-emocional de todos los miembros del núcleo familiar.
La psicóloga Petra Moldes destaca la importancia de disponer tiempo, ya que asegura que los problemas de comunicación no surgen espontáneamente sino que se arrastran, y por eso lo fundamental es la prevención.
"La cantidad de tiempo que se dedique es importante y la calidad, imprescindible, ya que de poco sirve estar físicamente con los niños durante mucho tiempo, si no estamos de hecho prestando atención a ellos, si pensamos en otras cosas".
Ahora, si las dificultades aparecen nunca es tarde para reconducir la situación. Para saber cómo está la comunicación con los hijos, proponen responder algunas preguntas como: ¿conoce el nombre de todos o de la mayor parte de sus amigos? ¿Sabe qué lugares frecuenta? ¿Cuáles son los nombres de sus profesores? ¿Cuál es su asignatura favorita?
Y luego invitan a autoevaluar cómo se resuelven los conflictos habituales y cómo se desenvuelve el hijo en la misma situación. Si no quedan claras las respuestas, alientan a preguntarse nuevamente: "¿qué sentimientos le provoca el conflicto que enfrenta: ira, ansiedad, agresividad? Sinceramente, ¿escucha lo que le dicen los demás? ¿Puede comprender los puntos de vista de los otros, incluso en el transcurso de la discusión? ¿Es capaz de mantener el autocontrol en esas situaciones?".
¿Qué es saber escuchar?
Adolfo J. Cangas, el otro autor -quien es especialista en trastornos psicológicos graves en adolescentes-, fomenta a entender qué significa escuchar con atención. "Es cuando el interlocutor te mira, se fija en tus expresiones y gestos lo cuales te indicará que sigue tus palabras. A veces, ni siquiera necesitas que diga nada, su silencio solidario te dan confianza para expresar lo que sientes".
Por otra parte, en los sucesivos capítulos del libro advierten sobre los problemas que produce si a la hora de hablar con los hijos, se mantienen los roles habituales y se insiste con ser padres "expertos", capacitados para preguntar, dar explicaciones lógicas o juzgar sus sentimientos, la comunicación abierta se diluirá.
Además, plantean juegos de roles para que los padres se den cuenta cómo afectan a sus hijos cuando les hablan en forma autoritaria. Después de esa introspección será posible hablar con los niños. Para no equivocarse, ambos llaman especialistas a nunca faltar el respeto ni entrar en descalificaciones, insultos o hablarles destruyendo su autoestima.
"Es esencial centrarse en comportamientos concretos que quiera corregir, sin generalizar a la persona, ni utilizar calificativos degradantes y si hay hermanos, resolver los conflictos en forma constructiva y realzando lo positivo".
También recomiendan encontrar el momento adecuado, eliminar distracciones en la conversación como apagar la TV o el computador, prestar atención a las palabras sin olvidar su comportamiento no verbal, no interrumpir y ayudar siempre a los niños a ponerle nombre a lo que sienten.
"Exprese sus opiniones (yo opino…), deseos (me gustaría…) y sentimientos (yo me siento…) en primera persona, ya que este tipo de mensajes facilitan la expresión de las diferencias y desacuerdos".
En ese sentido, inspiran describir brevemente la situación problemática para motivar al niño a resolverla autónomamente, dar información, ofrecer alternativas, expresar sentimientos, emplear recordatorios para evitar que vuelva a darse la situación y sobre todo, echar mano del buen humor para desdramatizar situaciones conflictivas.
En definitiva el libro "Cómo hablar con nuestros hijos" entrega herramientas claras y precisas para tomarse en serio la comunicación, fomentarla diariamente y no esperar a que surjan los conflictos para hacer algo.
Lo primero que enseñan es que desde la primera infancia el tono, la voz, la postura corporal y los gestos que conforman el lenguaje corporal son tan importantes como lo que se dice.
"Es el tono, nuestra forma de alzarlo, de mecerlo, el que indica cómo ha de comportarse y no las palabras concretas de cálmate o no llores", aseguran.
Cuando e niño crece, afirman, lo aprendido a través del lenguaje no verbal de sus padres, les servirá de guía para advertir con qué humor llega del trabajo mamá al revisar su forma de cerrar la puerta, caminar y sonreír antes de que salude.
Señalan que a medida que los hijos crecen, aparecerán nuevas situaciones y cambios donde cada uno de los miembros de la familia deberá ejercitar su capacidad de adaptación sin desatender la comunicación. La idea es que los vínculos vayan creciendo y se mantenga un equilibrio psicológico-emocional de todos los miembros del núcleo familiar.
La psicóloga Petra Moldes destaca la importancia de disponer tiempo, ya que asegura que los problemas de comunicación no surgen espontáneamente sino que se arrastran, y por eso lo fundamental es la prevención.
"La cantidad de tiempo que se dedique es importante y la calidad, imprescindible, ya que de poco sirve estar físicamente con los niños durante mucho tiempo, si no estamos de hecho prestando atención a ellos, si pensamos en otras cosas".
Ahora, si las dificultades aparecen nunca es tarde para reconducir la situación. Para saber cómo está la comunicación con los hijos, proponen responder algunas preguntas como: ¿conoce el nombre de todos o de la mayor parte de sus amigos? ¿Sabe qué lugares frecuenta? ¿Cuáles son los nombres de sus profesores? ¿Cuál es su asignatura favorita?
Y luego invitan a autoevaluar cómo se resuelven los conflictos habituales y cómo se desenvuelve el hijo en la misma situación. Si no quedan claras las respuestas, alientan a preguntarse nuevamente: "¿qué sentimientos le provoca el conflicto que enfrenta: ira, ansiedad, agresividad? Sinceramente, ¿escucha lo que le dicen los demás? ¿Puede comprender los puntos de vista de los otros, incluso en el transcurso de la discusión? ¿Es capaz de mantener el autocontrol en esas situaciones?".
¿Qué es saber escuchar?
Adolfo J. Cangas, el otro autor -quien es especialista en trastornos psicológicos graves en adolescentes-, fomenta a entender qué significa escuchar con atención. "Es cuando el interlocutor te mira, se fija en tus expresiones y gestos lo cuales te indicará que sigue tus palabras. A veces, ni siquiera necesitas que diga nada, su silencio solidario te dan confianza para expresar lo que sientes".
Por otra parte, en los sucesivos capítulos del libro advierten sobre los problemas que produce si a la hora de hablar con los hijos, se mantienen los roles habituales y se insiste con ser padres "expertos", capacitados para preguntar, dar explicaciones lógicas o juzgar sus sentimientos, la comunicación abierta se diluirá.
Además, plantean juegos de roles para que los padres se den cuenta cómo afectan a sus hijos cuando les hablan en forma autoritaria. Después de esa introspección será posible hablar con los niños. Para no equivocarse, ambos llaman especialistas a nunca faltar el respeto ni entrar en descalificaciones, insultos o hablarles destruyendo su autoestima.
"Es esencial centrarse en comportamientos concretos que quiera corregir, sin generalizar a la persona, ni utilizar calificativos degradantes y si hay hermanos, resolver los conflictos en forma constructiva y realzando lo positivo".
También recomiendan encontrar el momento adecuado, eliminar distracciones en la conversación como apagar la TV o el computador, prestar atención a las palabras sin olvidar su comportamiento no verbal, no interrumpir y ayudar siempre a los niños a ponerle nombre a lo que sienten.
"Exprese sus opiniones (yo opino…), deseos (me gustaría…) y sentimientos (yo me siento…) en primera persona, ya que este tipo de mensajes facilitan la expresión de las diferencias y desacuerdos".
En ese sentido, inspiran describir brevemente la situación problemática para motivar al niño a resolverla autónomamente, dar información, ofrecer alternativas, expresar sentimientos, emplear recordatorios para evitar que vuelva a darse la situación y sobre todo, echar mano del buen humor para desdramatizar situaciones conflictivas.
En definitiva el libro "Cómo hablar con nuestros hijos" entrega herramientas claras y precisas para tomarse en serio la comunicación, fomentarla diariamente y no esperar a que surjan los conflictos para hacer algo.
Fuente: emol.com
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