A los dos años los niños descubren el poder de las rabietas. Han comprobado que esa actitud saca de sus casillas a los mayores y están probando su eficacia. Es decir, son un medio para conseguir un fin.
En esos momentos solo piensan en
la rabia que tienen. Incluso puede habérseles olvidado el motivo por
el que se inició su enfado. Pero si algo está claro a esta edad es que,
aunque no sepan muy bien lo que quieren, seguramente será lo contrario de lo
que tienen.
¿Cuándo desaparecerán las rabietas?
Es una etapa pasajera. Con el tiempo, las rabietas
se irán mitigando y espaciando cada vez más.
Lo más sorprendente de las rabietas no es
la frecuencia (en ocasiones, diaria) o lo pronto que aparecen (a veces, antes
de que el niño empiece a hablar). Lo más llamativo es el ímpetu que los
pequeños ponen en ellas. Todavía no controlan sus emociones, y tampoco
conocen aún la inhibición, así que se emberrinchan a lo grande. Por eso, es
bueno que aunque las rabietas no desaparezcan, al menos se reduzcan en
intensidad.
A esta edad aún no toleran
la frustración y les resulta complicado comprender que no pueden
tener siempre lo que quieren. Si además tampoco son capaces de verbalizar lo
que desean, el resultado es la fórmula ideal para que tenga lugar la rabieta.
Por eso, que estas reacciones desaparezcan no depende solo de que consigan lo
que quieren o no. Disminuirán cuando vean que no tienen efectos sobre
sus padres, y sobre todo cuando puedan tolerar la frustración y
expresar con palabras lo que hasta ahora solo pueden manifestar con
pataletas.
¿Qué
pueden hacer los padres hasta entonces?
1)
Mantenerse firmes
Claro que resulta mucho más fácil decirlo que
hacerlo, pero según los psicólogos, es la estrategia más infalible. Para
empezar, porque ayuda a dejarle claro que su rabieta no le llevará a
conseguir lo que quiere. Pero es fundamental que el propio padre se crea que
controla la situación. Puede que durante un tiempo el niño siga poniéndolas en
práctica, pero en la mayoría de los casos se dará cuenta de que la fórmula no
le funciona y acabará por dejarla.
2) Explicaciones cortas
Si se intenta explicar a un niño inmerso en un
verdadero ataque de enfado por qué es injusta su reacción, lo más probable es
que él siga tirado en el suelo llorando y pataleando sin cesar.
La razón es que en esos momentos lo único que
escucha es su propio llanto, por lo que es difícil hacernos entender en
esas circunstancias. Frases como “no hay caramelos porque acabas de comer” o “si
no duermes, mañana estarás cansado para jugar” dichas cuando se va a iniciar
la rabieta pueden servir para evitar su enfado. El pequeño las
entenderá sin problemas y si aún no está lo suficientemente alterado, pueden
disuadirle.
3) No responder con enfado
Responder con una rabieta es una forma de
fomentarlas: les estaremos dando la mejor de las excusas para iniciar un
pequeño número de enfado en cualquier momento, ya que para los niños sus padres
son sus modelos de referencia y les encanta imita todo lo que
hacemos. También es importante no permanecer enfadados con él
eternamente. Pasados unos minutos, ya no sabrá por
qué papá y mamá fruncen el ceño. Su pataleta ya pasó, y tal
vez ni siquiera se acuerda de ella.
4) No prestarse al juego
La mejor forma de luchar contra las rabietas es
procurar que no aparezcan. Y para ello conviene anticiparse a posibles
problemas. Por ejemplo: uno de los lugares donde suelen darse más rabietas es
el supermercado, así que hay que ir prevenidos. Es bueno dejar todo claro antes
de entrar: avanzarle que solo se va a comprar leche, pan y huevos, y nada más.
Después, una vez dentro, podemos dejar que él participe en la compra cogiendo
las cosas que se van a comprar (las más pequeñas, claro) y metiéndolas en la
cesta. De esa forma estará distraído y se sentirá útil, lo que evitará otras
tentaciones.
5) Elegir entre dos opciones
La mayoría de las veces su enfado vendrá ocasionado
por querer algo que no puede tener. De ahí que ayude mucho a evitarlo el
dejarle elegir solo entre dos opciones. Si se le pregunta ¿qué quieres de
postre?, el abanico de opciones que se abre ante el pequeño es infinito, y no
siempre al gusto de los adultos. Sin embargo, si se le da elegir únicamente
entre dos opciones, ambas válidas, es más que probable que todo siga en calma.
Preguntando ¿quieres un plátano o prefieres un yogur?, se le cierran las opciones
posibles sin que él se dé cuenta. Y no tendremos que decirle no.
6) Intentar que escuche
Hay que advertirle de que solo le
Una vez que la rabieta ya ha comenzado, el pequeño
parece fuera de sí. Para calmarlo y hacerle entender que no puede ser,
solo hay una opción: intentar conseguir que salga de ese estado y hacer que nos
escuche. Para ello, papá o mamá pueden arrodillarse frente a él, cogerlo por
los hombros con firmeza y mirarlo hasta que él fije sus ojos en los del adulto.
Entonces será el momento de hablarle con calma.
7) En vez de un no, dos sí es
Muchas veces las rabietas son muestras de
rebeldía. Por eso es frecuente que cada vez que se le diga que no haga algo, él
intente hacerlo. Pero si tras un “no” vienen dos “sí es”, la cosa cambia. Se le
está prohibiendo una cosa, pero permitiendo otras dos. Así, si después de
decirle que no puede pintar en la pared se le explica que sí puede
pintar en la cartulina o jugar en el parque, es posible que su rebeldía se
aplaque.
8) Cambiar de escenario
En ocasiones, ni ellos mismos sabrán cómo terminar
con su propia pataleta. Es beneficioso cambiar de lugar: salir con ellos en
brazos del espacio en el que se encuentran e ir a otro más abierto. A la vez el
paseo puede distraer su atención y hacer que se centre en otra cosa.
9) Así no se habla
Hay que advertirle de que solo le
escucharemos cuando
hable en un
tono normal, sin gritos ni llantos,
porque de otra forma es
imposible
entenderle. Es una buena técnica
explicarle que cuando llora así
nadie puede escucharle, por lo que no sabemos lo que quiere.
10) Dejar que se calme solo
Los niños también tienen derecho a desahogarse,
por lo que a veces es incluso positivo que pasen por una rabieta. Cuando está
inmerso en un ataque de furia, se le puede decir: “Pues sí que
estás enfadado, avísame cuando se te pase”, y acto seguido alejarse un
poco de él. Será consciente de que nos preocupamos por lo que le pasa y de que
no conseguirá nada poniéndose así.
Asesores: María Asunción Pérez, psicóloga del centro Avance Psicólogos;
"Las Pataletas", de Michelle Kennedy (Editorial Océano Ambar).
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