2008/02/25

Consecuencias


La violencia en la pareja y su repercusión en los niños que día a día son testigos de la misma. Estos quedan expuestos a graves consecuencias en su salud mental y física, y a poder ser utilizados como instrumento de la agresión de sus padres.
No es fácil ser testigo de la violencia. Exponer a los niños a que escuchen, vean o vivan agresiones, les deja efectos tanto psíquicos como físicos. Se trata de un problema grave y extenso si pensamos que 3 de cada 4 mujeres han vivido violencia en una relación de pareja, y que el 75,3% de los niños en Chile viven algún tipo de violencia. Además, los estudios de la UNICEF muestran una gran coexistencia de la violencia en la pareja con la violencia hacia los niños, generando por tanto una familia que vive violencia. La violencia en la pareja, no necesariamente es un hombre que ejerce sobre la mujer, sino que también puede tratarse de violencia cruzada, donde la dinámica es de violencia-agresión alterna, donde no es una persona quien abusa del otro, sino que los poderes van alternando, pudiendo utilizarse a los hijos como instrumento para agredir. En este contexto de violencia, los niños quedan expuestos a ver la humillación y el maltrato de sus padres, a escuchar un conflicto con violencia, a ser utilizados en la agresión a la pareja, a posibles actos violentos a ellos mismo y a no poder contar con un buen apoyo parental.
No se trata solamente de ser testigos de los golpes, si no que de toda una gama de acciones que son violencia psicológica. Así, los hijos pueden llegar a ser no solamente testigos, sino que un instrumento para ejercerla, tal como fue el caso de Cabrera Opazo, donde el asesinato de su hija termina siendo un medio para ejercer violencia a la madre, o lo que pudimos ver en Papy Richy, donde en una teleserie se plasmaba la utilización de una hija para la agresión de los padres.
Esta utilización de los hijos puede ir desde hablar mal de su madre, incitarlos a que la traten mal, amenazar a los niños o a las mascotas de la casa, prolongar los juicios de tuición sin tener un real interés por la custodia hasta sugerir que la conducta de un niño es la causa de la violencia. Es una situación compleja que no podemos minimizar donde los niños viven una serie de sentimientos y emociones en estas condiciones; la pena por que se sigue produciendo la violencia, la confusión porque los padres no pone un alto, la preocupación, la frustración, la impotencia, la rabia, la soledad por no poder hablar con nadie del tema, la culpa, la vergüenza o incluso el deseo de venganza.
De esta manera, se comienza a instalar todo un sistema familiar que tiene múltiples consecuencias en los niños. Por ejemplo, los problemas afectivos y de comportamiento son de 10 a 17 veces más frecuentes en los hogares donde son testigos de violencia que en otros, y lo más común es que los chicos presenten estrés post traumático; es decir, ansiedad, miedo, irritabilidad, dificultad para concentrarse, recuerdos de los actos violentos, explosiones de cólera e hiperactividad. Además, son niños que crecen bajo un modelo de relacionarse donde la violencia está legitimada, y donde los roles de los hombres y de las mujeres quedan ligados a una desigualdad de poder y por lo tanto a la posibilidad de poder abusar del otro. Es desde aquí, que podemos entender como las cifras muestran que las agresiones entre pares, hacia los profesores o hacia las madres, son más frecuentes en niños testigos que en otros.
Pero las consecuencias no se agotan aquí, los estudios de la Sociedad Americana de Psiquiatría muestran con los niños testigos de violencia sufren de los mismos efectos que aquellos que viven violencia directa. Además, no necesariamente se terminan los problemas una vez que quien ejerce violencia se ha ido, ya que algunos daños son duraderos y necesitan de apoyo especializado. Por ejemplo, en los bebés, la violencia vivida por sus madres puede producir un retraso en el desarrollo, o una alteración de los hábitos de alimentación y de sueño. En los niños pre escolares, los síntomas pueden ser dependencia, ansiedad o actos agresivos hacia personas o animales. En los escolares, puede ser ansiedad, depresión, mal rendimiento escolar, baja autoestima o agresividad generalizada entre otros. Y en los adolescentes, abuso de alcohol y drogas, violencia en sus relaciones de pololeo, escaparse de la casa o roles estereotipados de hombres y mujeres.
Ser testigo de la violencia es difícil para los niños, y por lo mismo, es un mito pensar que una mujer que vive violencia dejará a su pareja por los hijos, ya que muchas veces se piensa que el quedarse al lado del padre les otorgará una figura parental que si no perderían. Pero cuando los padres se encuentran en un contexto de violencia, no logran ejercer adecuadamente sus funciones de padres, y así el niño no es visto. Ejercer maternaje, requiere de una madre que pueda desarrollar sus competencias maternas y que disponga de un poder que le permita legitimarse como tal, por lo tanto, si se está inserto en un contexto confrontacional, es difícil poder contar con los recursos y el poder para hacerlo.Por lo tanto, si un niño logra con mucha dificultad contar que es testigo de violencia, es muy importante calmarlo y validar sus emociones, no culpar ni criticar a sus padres y buscar ayuda especializada en los centros de su comuna.

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